El aspecto de ventana: usos del trampantojo en los libros de horas


En el siglo XV, los maestros iluminadores decidieron resolver el problema de la representación del espacio tridimensional sobre una superficie plana mediante la aplicación de una perspectiva basada en un único punto de fuga. En un libro, la combinación en el mismo folio de un texto y una imagen tridimensional debía provocar, necesariamente, cierta dosis de confusión para el ojo que debía pasar de un plano al otro sin solución de continuidad. En un primer momento, los iluminadores trataron de solventar el conflicto rodeando el texto con un tipo de borde a su vez bidimensional, de modo que se formaba una especia de zona neutral entre la escritura y la miniatura.


San Marcos, Libro de Horas de Juana la Loca, f. 189

En la miniatura de Santa Bárbara del Libro de Horas del conde de Nassau, iluminado por el Maestro de María de Borgoña, el borde asume una función completamente diferente. Ante todo, porque simula una tercera dimensión. El truco del trampantojo provoca la ilusión óptica de que las margaritas hayan sido esparcidas por encima de la página. Llevando su técnica a un extremo humorístico, el artista ha pretendido hacernos creer que una libélula se ha dejado engañar por su pintura y se ha posado sobre las flores como si fuesen reales. Nos lleva un momento percibir que también el insecto ha sido, a su vez, pintado.

El uso de trampantojos en los bordes no era nuevo, y su uso remonta hasta principios de siglo. Encontramos algunos ejemplos en la obra de los hermanos Limbourg, por ejemplo en las Muy Ricas Horas del Duque de Berry y en el Libro de Horas de Catalina de Cleves. Algunos de los primeros bordes conocidos de este tipo son italianos, de finales del siglo XIV, y experimentaron un desarrollo paralelo en Italia, especialmente en manuscritos ejecutados en Ferrara, Padua y Venecia.

La innovación del Maestro de María de Borgoña reside en el modo en que combina estos bordes el texto con las miniaturas en un conjunto coherente. Descubrió que la solución al problema pasaba por enfatizar la superficie plana de la página y poner en relación el borde y la miniatura con ella, de modo que las tres instancias sean percibidas desde un único punto de vista unificado. El resultado es una serie de niveles relacionados entre sí: el más próximo a nosotros son las flores que parecen ocupar el primer plano de la página, a continuación viene la propia página y, por último, "detrás" de ella la escena pintada en la miniatura. Para lograr este efecto de profundidad, las flores han de ser pintadas en trampantojo; la página, por su parte, actúa a modo de pared detrás de la cual se abriría el mundo "real". Cuando contemplamos la miniatura de Santa Bárbara, tenemos la impresión de que la página se ha convertido en un tabique al que se le ha practicado una ventana a través de la cual podemos ver el exterior.

Esta impresión es igualmente notable en la miniatura dedicada a la Adoración de los Magos, en el mismo manuscrito; la ilusión de contemplar la escena a través de una ventana es completa.


Libro de Horas del conde de Nassau

El profesor Pichet ha analizado el desarrollo de la "miniatura con aspecto de ventana", como lo ha llamado esta nueva relación entre el borde y la escena principal. Sus fuentes se remontan hasta la Virgen de Rolin, de Jan van Eyck (c. 1435), cuyos pasos siguió el MMB en dos famosas miniaturas de su Libro de Horas para María de Borgoña. En ambos casos, los artistas pintaron la propia ventana real, a través de la cual pordemos divisar la escena que se desarrolla detrás. En una miniatura, aparece María de Borgoña sentada, leyendo junto a la ventana; en otra, ya ha abandonado la estancia y sólo vemos su joyero, su rosario y un libro a modo de bodegón sobre el alféizar.


Libro de Horas de María de Borgoña

El siguiente nivel, que ya hemos visto, es el abandono de la excusa anecdótica del bodegón para pasar a esparcir de manera aleatoria flores o joyas sobre el fondo de color. De hecho, dos miniaturas contemporáneas muestran a dos damas volcando cestas de mimbre llenas de flores sobre los bordes. Al igual que en los bordes, las flores deben ser representadas con todo lujo de detalles ya que han de provocar la impresión de encontrarse más cerca de nosotros, como si estuvieran bajo una lupa, de modo que las figuras y los objetos de la miniatura en sí deben ser pintadas con menor precisión, ya que se supone que están más lejos. Ayudado, probablemente, por el pequeño tamaño de las miniaturas, el MMB se inclina por representar los objetos de un modo impresionista, sin perfiles precisos, concentrándose en las efectos cromáticos y el hábil uso de la luz y la sombras. Basta con comparar la representación de las flores en el jarrón en la miniatura de Santa Bárbara con las que aparecen en el borde de la misma para comprobarlo.


Huida a  Egipto, Vat. Lat. 10293,  fol. 126v


Un ejemplo consumado del trampantojo en forma de ventana es el libro de horas con la signatura Vat. Lat. 10293, depositado en la Biblioteca Apostólica de El Vaticano. El ciclo de miniaturas que constituyen las Horas de la Virgen aparecen insertadas en marcos arquitectónicos que simulan galerías talladas en madera dorada, a modo de galerías abiertas al exterior, donde se producen los distintos episodios descritos en las escenas: la Anunciación, la Visitación, la Natividad, la Anunciación a los pastores, la Adoración de los Magos, la Presentación en el templo, la Masacre de los inocentes, la Huida a Egipto y la Coronación de la Virgen. Se trata de una serie magníficamente ejecutada en la cual la fusión entre marco y escena principal se ha realizado de forma completa, sin vacilaciones ni torpezas. La labor del maestro iluminador resulta especialmente encomiable pues este manuscrito flamenco, confeccionado en Gante o Brujas hacia el año 1500 por un artista influido por Simon Marmion, es de muy pequeño tamaño (107x78 mm), por lo que la complejidad es mucho mayor.



Santiago Apóstol, fol. 411v de las Muy Ricas Horas
de Juana I de Castilla. Add. Ms. 18852 de la Biblioteca Británica 


Una última muestra del trampantojo en forma de ventana lo brindan las Muy Ricas Horas de Juana de Castilla, un manuscrito depositado en la Biblioteca Británica, donde abundan las miniaturas enmarcadas por una estructura de madera simulando una capilla que se abre a la escena que se pretende ilustrar. El efecto es perfecto y consigue integrar de manera armoniosa y verosímil ambos planos, el de la pintura principal y el del marco decorativo.

(Fragmento de Un altar entre las manos. Los libros de horas, s. XV-XVI, publicado por Cypress/Libros al Albur).