José Luis Trullo.- Durante mis investigaciones, tengo oportunidad de encontrar ejemplos de sorprendentes miniaturas que forman parte de manuscritos iluminados medievales y renacentistas. Recientemente, he localizado a la venta (en un portal de subastas electrónicas) una hoja suelta, arrancada de un libro de horas francés datado -según el vendedor, sin aportar información que lo avale- en 1490, sin constar autor no procedencia. En un mercado como el de la bibliofilia, presidido por cierto espíritu de rapiña coleccionista, no es raro que emerjan muestras de libros valiosos cuyo origen se desconoce. En el caso de las miniaturas medievales y renacentistas, esta práctica es especialmente sangrante, y no es de ahora: ya las Horas Sforza (actualmente, en la Biblioteca Británica) sufrieron el robo de varias miniaturas, que posteriormente fueron sustituidas por otras pintadas por Gerard Horenbaut. Lo que hace interesante esta hoja que traigo a colación es su temática, pues en ella aparece el Niño Jesús sentado sobre las piernas de la Virgen María, sosteniendo en el hombro nada menos que la cruz en la que ha de morir, corridos los años. Frente a ellos, arrodillada y ataviada con el clásico hábito de monja, vemos a la que tal vez podría ser la comitente del manuscrito, presentada por una figura masculina ubicada a la izquierda de los dos.
No es, ni muchísimo menos, un argumento habitual, más bien todo lo contrario, y por ello lo comparto aquí, ya que dada la naturaleza del objeto (que, es de temer, pronto pasará a manos particulares) es probable que le perdamos la pista ni se sabe durante cuánto tiempo.
Ahora mismo, y a despecho de tener que corregirme en el futuro, sólo se me ocurren un par de ejemplos con una iconografía similar. Me refiero, en primer lugar, a la miniatura de la Santísima Trinidad que ilustra el fol. 85 del libro de horas de Catalina de Cleves, en la cual vemos al Niño Jesús descendiendo del Cielo con la cruz entre los brazos, enviado por Su Padre a la tierra para redimirnos de los pecados.
La disposición de los personajes principales en esta miniatura (Dios Padre en la esquina superior izquierda y el Niño Jesús cruzando en diagonal la imagen) evoca poderosamente la que ocupan en el retablo de la Anunciación a María en el Altar del Museo de Bellas Artes Pío V, obra de Gonçal Peris Sarria y datada en 1430, aunque en este caso la paloma del Espíritu Santo precede a Dios Hijo:
Otro caso es la miniatura a media página que aparece en el Libro de Horas de Carlos de Angulema, depositada en la Biblioteca Nacional de Francia con la signatura Latin 1173, en la cual vemos al Niño Jesús sentado y sonriente, con el crucifijo entre los brazos, en una representación que sí veremos posteriormente en la iconografía cristiana, sobre todo a partir del siglo XIX, pero que resulta mucho más rara en los libros de horas de la Edad Media y el Renacimiento.
Aludir, por último, al Tríptico del Nacimiento, un óleo sobre tabla del Maestro de Ávila conservado en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid: en el ala derecha, en un ángulo, se aparece a los Magos el Niño Jesús portando la cruz, inscrito en un sol resplandeciente:
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